Las cabras entre nosotros

Si te vas de paseo por El Señorío por la tarde, es posible que encuentres entre las casas y la carretera una escena bucólica como de antaño.

Será Juan “El Carrero”, volviendo a casa con su manada de unas 200 cabras de vientre que pastorea por las lomas de Castilleja de Guzmán.

Juan, hombre conocido como generoso y cordial, con su trabajo cotidiano alimenta a gentes urbanitas y ayuda a proteger nuestro pueblo de los innumerables incendios a que son sometidos los terrenos nuestros.

Los aliados de Juan para controlar las cabras son sus perros de la raza “perro de agua español”, también llamado “turco andaluz”. Se cree que llegaron en los barcos turcos que se dedicaban a la exportación de nuestras ovejas de raza merina para Australia, entre finales del siglo XVIII y principios del XIX. De ahí procede quizá el nombre de perro turco andaluz. Es un perro que, como la oveja merina, no tiene pelo, sino lana, y por tanto hay que esquilarlo cuando llega el calor.
Las cabras son de la raza “Florida Sevillana”, una raza autóctona lechera, también llamada “algabeñas”. Son de color retinto salpicado de innumerables pintas blancas. También las hay totalmente retintas (como las del famoso cantaor de flamenco “El Cabrero” que ahora las pastorea por tierras de la vecina Valencina).

Si el fondo de la capa en vez de ser retinto, el color es negro con las salpicaduras blancas, a la cabra se le llama “piconera”. Si se mezclan pelos blancos y negros, da la impresión estética de un animal gris-azulado, y por ello a la cabra se le llama azuleja. También las encontramos rubias, colorás, oritas (negro y fuego), tricolores, etc. Ambos géneros suelen tener cuernos.

La cabra ramonea los chupones del olivo, realizando pues una poda natural del árbol, favoreciendo “la limpieza” del tronco. A veces la cabra sube en el árbol para alcanzar mejor los bocados más ricos. Aquí puedes ver y oír un vídeo de una cabra subida así:

Para los olivos de Guzmán esto es importante, pues en cierta medida evita que los incendios prendan con facilidad en los troncones. Las cabras son de verdad ecovillanas, lo mismo que el pastizal, tan ignorado y despreciado, que nos sustenta. Ahora estas tierras están en “barbecho inmobiliario”.

Además de comer hierba, ramoneo, y algún que otro pedazo de basura que encuentre, la cabra también come pienso. Juan dice que un kilo de pienso le cuesta 52 pesetas. El precio del pienso ha subido alocadamente, entre otras razones por la actual derivación de los cereales para producir el mal llamado biodiesel. Para producir un litro de leche la cabra tiene que comer varios kilos de cereales. Un litro de leche se la pagan a 80 pesetas. No es difícil sacar la cuenta y descubrir que pierde dinero con cada litro de leche que vende. ¿A cuánto le deberían pagar la leche para que fuese justo? ¿Qué márgenes comerciales se llevan los intermediarios? ¿Es esto sostenible?

Con las dificultades económicas y la desaparición de terreno debajo de urbanizaciones, dentro de poco no va a ser sostenible este estilo de vida. El otro cabrero que pastoreaba en el otro lado de la carretera cerca del Campo de Tiro ya se ha jubilado. Si tienes la oportunidad de conocer a Juan, hazlo ahora.