Una amenaza rodante

Ayer por la tarde fue destruida otra vez la barrera que inhibe aparcar frente a la iglesia. Esta vez no se hizo por un malintencionado egoista que no quiso respetar la necesidad de los vecinos de meterse en su garaje, sino por accidente. Alguien había dejado el coche aparcado más arriba, frente al Ayuntamiento, bloqueando la salida de otros coches aparcados en batería. Para dejarles la posibilidad de salir, no puso el freno de mano. Cuando volvió a su coche, encontró que había rodado cuesta abajo, subiendo a la acera, arrasando la barrera, y al fin chocando contra la señal de prohibición de aparcar.

Dos observaciones. Primero, todos reconocemos que no hay aparcamiento suficiente para los que quieren comprar en el Día. Hubieran pensado eso antes de dar licencia de obras para construir el supermercado. Pero lo hecho, hecho está. Tengamos esto en cuenta mientras seguimos los planes que tienen para construir en El Señorío. Hace un par de años al constructor que piensa construir allí le preguntaron si iban a poner aparcamiento subterraneo o por lo menos calles suficientemente anchas para poder aparcar en los dos lados, y él respondió que no interesaba. Claro que a él no, porque le quita ganancias. Pero si somos sabios se lo demandaremos.

Segundo, mientras tanto, tengamos cuidado cómo aparcamos. Hay que respetar las señales de prohibición aunque sería más fácil no hacerlo. Sobre todo hay que reconocer que lo que se hace por costumbre en Sevilla capital no necesariamente se puede hacer aquí, especialmente aparcar sin poner el freno de mano. Sevilla capital está construida sobre la llanura del Rió Guadalquivir y sus calles no tienen altibajos. Si dejas el coche sin freno, no irá a ningún lado a menos que alguien lo empuje. Sin embargo son muy pocas las calles de nuestro pueblo que no tengan inclinación. Hay que poner el freno.

Esta vez el coche no golpeó a nadie y no causó daños cuantiosos. No volvamos a correr el riesgo.